VOLVER A EMPEZAR

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Cuando le preguntaron a Jesús, cómo volver al Reino de los Cielos, indicó: «debéis volver a ser como niños»

Este ser niño es simbólico-arquetípico, por supuesto. En arquetipos un niño es el que juega-disfruta, y por lo tanto se conecta con el placer de vivir, con la Madre. Niño-Madre es un arquetipo completo en sí mismo. Somos niños como nos enseñó mamá y somos mamá en la medida que fuimos y somos niños, por eso, las mujeres reviven en su embarazo su propia experiencia intrauterina con todas las connotaciones añadidas de su presente.

El arquetipo materno es la emoción que nos da la vida, de otra forma, las ganas de vivir, por eso, ser Niño -disfrutar- o ser Madre -amar- es algo similar desde el inconsciente, el Ser o, lo que es lo mismo, desde el lenguaje arquetípico.

Los programas de sufrimiento unen el amor con dolor de diversas maneras, nos hacen creer que amar es sufrir y sacrificarse y, por lo tanto, el Niño que somos que no puede entenderlo, se bloquea y la vida pierde su brillo.

Para, realmente dar un giro importante a nuestra vida, reconectarnos, evolucionar, tenemos que conectarnos con el principio, con nuestro Niño-Niña, con la emoción que nos da la vida, las ganas de vivir, con «Mamá». Es el principio, los cimientos, la casa IV en astrología… el principio y la meta final, lo mismo. La intención es el principio, lo obtenido el final. El «fin» con que comenzamos algo tiene que ver con su meta-final.

Remodelar la casa cuando los cimientos se resquebrajan no tiene sentido, como no tiene sentido olvidarnos de nuestra emoción juvenil…la «conmoción», el movimiento emocional, si pretendemos ser felices. Creemos que ser adulto es sustituir la emoción por la razón, y éso no es entendido por el Ser, el Inconsciente que es y siempre será un Niño.

A un niño es imposible darle «razones», él siente lo que siente, entiende de emoción, no de razones. Si le emocionamos, nos escuchará, en otro caso, nuestra charla pasará desapercibida, oída pero no escuchada, no aprendida. Y ésto es totalmente natural porque tanto el aprendizaje como la atención, la creatividad, están relacionados con la emoción.

En la misma medida, nosotros, como adultos, tampoco podemos convivir diariamente con aquello que no nos con-mueva (e-moción), que nos nos haga fluir emocionalmente, que no nos emocione, aunque busquemos miles de «razones» para mantenerlo ahí, junto a nosotros.

En esta 3D llegamos a relaciones, trabajos y parejas que no significan nada emocionalmente. Son programas, por eso, la razón les da poder.

Llegar a quitarse un programa a veces no es fácil, porque tiene raíces en nuestra vida y ser coherentes topa con la relación, trabajo, vida que nos da miedo soltar. Entonces llegan las resistencias: se pierden los archivos de TMR, se olvida lo que teníamos que trabajar y encontramos miles de excusas para no comenzar a cambiar nuestra vida.

Todo lo que no «deseamos» pero temamos racionalmente perder puede poner en peligro el trabajo de BioTMR. No puedes construir tu nueva casa sobre unos cimientos en ruinas.

Si no estás dispuesto a ver detrás de la cortina, debajo de la alfombra y en todos los rincones oscuros de la casa, mejor no comiences a limpiar, porque el trabajo quedará a medias y no se hará bien. Si tu intención no es clara, la meta no será patente.

Cuando nos quitamos un programa de dolor, el resultado es que, aunque algo se pierda en el camino, se hará de forma fluida, natural y sin conflicto, si bien, ésto se refiere a la parte emocional, no a la racional. La razón no es del Ser, es del Ego y por lo tanto, no tiene sentido ni validez, ni es tenida en cuenta.

Al quitarnos un programa la percepción de lo que nos produce dolor, apego o enganche emocional cambia radicalmente y no produce el dolor temido o esperado, pero hay que tener la valentía de querer experimentarlo.

Finalmente, si hemos sido coherentes con nuestra emoción, nos damos cuenta de que, realmente no se pierde nada, se gana. El premio es nuestra felicidad.

El dolor no se produce al crecer, sino cuando uno se resiste a crecer.

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