En las relaciones y el amor es donde podemos ver más nítidamente qué patrones inconscientes o programas tenemos aún instalados y funcionan en nuestra vida.
La proyección es la perspectiva normal que manifestamos antes de salir de la dualidad. No proyectar sólo se produce cuando reconocemos que lo que vemos y experimentamos fuera es un eco de nuestro interior y al revés. Esta percepción marca el comienzo de la activación de la pineal.
Esta doble manifestación es expresada en Oriente a través de dos arquetipos globales: el ying y el yang. Aquí son más expresados como Padre-Madre arquetípicos, aunque, en general, éstos últimos, son poco conocidos en nuestra cultura, menos espiritual y simbólica que la Oriental.
La energía yang-Padre, busca su complementario en alguien que le de una respuesta femenina, interna, emocional. La energía ying-Madre busca una confirmación externa de lo que siente, una plasmación externa. Todos tenemos esas dos energías manifestándose en toda nuestra vida, forma parte del juego de creación.
El agua –ying- se adapta al recipiente como las emociones a lo que hay fuera. Y, lo que hay fuera –yan- tiende a dejar huella, a manifestar.
La energía ying representa lo femenino, el pasado el recuerdo, la huella. Está abajo, humilde, flexible, adaptable, como el agua. El poder de la energía ying está en su conexión interna, en lo que siente.
La energía yang viene sin huellas, quiere crearlas. Por eso se fija en el futuro y espera una respuesta emocional a lo que ha vislumbrado. Quiere crear. Su poder está en lo externo, es capaz de movilizar el exterior.
Todos somos una mezcla de energías ying y yang. Equilibramos estos tipos de energías en espacio, dentro-fuera y tiempo cerca-lejos.
Las emociones, como el agua y la tierra, dan potencia o energía, ying-materno; El arquetipo paterno-yang -aire/fuego, dan dirección. Si falla una de las dos de forma evidente, no hay creación.
Se produce desvitalización o falta de vitalidad, si falta energía femenina, y desequilibrio o desorientación, si falta la masculina.
Concretando en nuestra vida, el arquetipo materno manifiesta lo que sentimos dentro de nuestro universo: nuestras emociones, así como el masculino refleja lo simbólico que se manifiesta fuera.
Nuestra forma de percibir la realidad dentro-fuera es lo que se refleja en nuestro arquetipo Padre-Madre, afectando radicalmente a la forma de proyectar en los demás y en nuestra pareja ese patrón. Por eso, la relación de pareja es tan importante para nuestra evolución y así lo sentimos la mayoría.
Podemos experimentar, por ejemplo, que no podemos controlarnos emocionalmente frente a los sucesos externos, aparentemente normales de nuestra vida, lo que indicaría un arquetipo de madre dominante, irascible o manipuladora, o bien, podemos tener la tendencia a percibir que es el exterior el que viene a perturbar nuestra paz, que los sucesos exteriores marcan y afectan, incluso dominan totalmente nuestro tono emocional, en principio sosegado y neutro, indicando un patrón de padre maltratador o violento y madre sumisa o víctima.
El primer modelo de pareja cuya impronta nos deja huella es el de la familia de origen, nuestros padres. De ahí extrapolamos la idea de nuestro mundo al resto de nuestro universo. Si papá fue violento o agresivo y mamá sumisa el inconsciente nos avisa de que en el patrón básico de nuestro universo personal, nuestro exterior, influye exageradamente en nuestras emociones. Nos dejamos intimidar o influir por el exterior de una forma exagerada. Si mamá fue la dominante, son nuestras emociones las que afectan exageradamente nuestra vida. Puede que tendamos a un patrón de ansiedad, emociones compulsivas o exageradas que se plasman de forma desequilibrada en nuestro mundo y en su reacción hacia él.
El patrón padre/madre no sólo marca de forma contundente nuestras relaciones de pareja, también nuestra percepción básica del mundo. Por eso sanarlos cambia radicalmente nuestra vida.
Si no nos hace felices el patrón heredado de pareja-proyección de la realidad, estamos a tiempo de cambiarlo cambiando la perspectiva. Ésto es posible incluyendo unas opciones distintas de las aprendidas, saliendo de la simple repetición de programas ancestrales, sanando nuestro árbol.
Equilibrar dentro-fuera, mamá-papá y nuestras relaciones emocionales, especialmente de pareja, es básico para equilibrar nuestra percepción de todo el universo, es el primer paso de nuestra evolución.
Aceptar que hemos sido influenciados en nuestra percepción del mundo es aceptar que existen otras posibilidades de percibirlo y, nuestra perspectiva del mundo se amplía. Dejamos de ser simples transmisores…. comenzamos a tomar nuestro poder, a crear nuestro propio universo, a imagen y semejanza de Dios.
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