Existen multitud de creencias, afirmaciones y visualizaciones para atraer lo que deseamos crear, al tiempo que alejamos lo que no deseamos. Acceder a esta sabiduría es la llave de la existencia plena para la gran mayoría de nosotros.
Analicemos los hechos básicos en este proceso:
De experimentos muy divulgados sobre física cuántica podemos afirmar ya que la mente consciente y dirigida (atención) decide el estado de partícula (materia) u onda (energía) de los electrones que forman los átomos que, a su vez, forman nuestro mundo.
Sabemos, por otro lado, que nos encontramos en un mundo de espejos, proyecciones y polaridades. En psicología es sobradamente conocido el proceso por el cual reflejamos aquello que no queremos ver en nosotros, o nos turba en otros: se llama proyección y es fácilmente detectable porque lo que sentimos hacia el proyectado es una ola de emoción tal que es difícilmente manejable.
Las más antiguas culturas del Este y probablemente de nuestra civilización, reconocen también una polaridad básica en todo lo conocido, le llaman ying yang.
En arquetipos lo tratamos como Padre/Madre, Sol/Luna.
Las fuerzas atómicas que permiten la unión y creación del átomo son reiterativamente dos: negativa-electrón/positiva-protón. Masculino/femenino, y así como otros tantos ejemplos…
Las definiciones del lenguaje también se basan en sinónimos y antónimos. La mejor manera de entender una cualidad es valorar la opuesta: bien/mal, luz/sombra, grande/ pequeño. Y es que lo absoluto no existe, necesitamos comparar: existir en relación a algo más. Es la llamada relatividad, descrita por Einstein, que no sólo vale en formulaciones científicas, sino que es aplicable a todo que se salga de la casilla newtoniana, medible, «in-dependiente».
Materia-antimateria, positivo-negativo, ying-yang, Padre-Madre, concepto básico que cumple toda creacón: provenir de dos energías diferentes complementarias y al tiempo que opuestas entre sí.
Algo cuya existencia misma es la de negación de ser algo no tiene significado, valor, o existencia en sí. No tiene sentido que pongamos toda nuestra atención (consciencia y tiempo) sólo y exclusivamente en ello, en algo que básicamente no existe. Los budistas tienen un adjetivo para ello, lo llaman «vacuidad».
Existir es obviar momentaneamente las otras infinitas posibilidades. La sombra está exenta de luz, no llena de sí misma.
La Tierra, la Madre, es al mismo tiempo la energía más densa de los cuatro elementos (junto a fuego, aire y agua) y el mayor vacío: la energía ying, femenina, pasiva, el mayor espejo o proyección, la mayor sombra.
Existir es un vacío, una elección transitoria única entre las infinitas posibilidades que nos ofrece nuestra Mente divina.
Crear o materializar algo, por la ley de la polaridad, es crear al tiempo su energía opuesta: materia-antimateria, sinónimo-antónimo.
Nuestro lenguaje verbal recoje las diferentes partes y densidades del universo separadamente. Estas partes son definidas por pares de vocablos de significado complementario-opuesto y así es nuestra mente racional: se queda ahí, en lo distinto y separado, no es capaz de unir conceptos que sólo pueden ser unidos fuera de ese lenguaje.
La mente racional es como un juez lleno de pre-juicios irreconciliables. Sabemos de antemano que será parcial e injusto, pues no ve más allá ni es capaz de globalizar.
Si queremos abundancia no tenemos que centrarnos en ella, ni en la escasez. Si queremos luz, no deberíamos centrarnos en ella, ni en la sombra. Bueno-malo no existen, son las dos partes necesarias de creación de una experiencia. Dos caras de la misma moneda y, al desechar una estamos juzgando la creación misma. Malinterpretamos así que podemos crear sólo una parte de las dos que conforman el todo, como cuando hablamos…
Juzgar es el principio de la inconsciencia y por lo tanto, de la ignorancia, «la madre de todos los males», según griegos y budistas.
Las frases tipo afirmación repetida y sostenida y el obviar su opuesto no son la mejor energía para crear lo que deseamos, más bien para crear el opuesto y su necesidad.
Tampoco son buenas las prácticas de visualización con todos los detalles ¿para qué poner puertas al campo? ¿Realmente crees que el universo no puede sorprenderte para mejor?¿ para qué limitarlo? ¿crees que es buena idea definir racionalmente tu deseo cuando no hay nada que exista que sea «racional»?
Para crear nuestro deseo haríamos bien en mantenernos lo más neutros posible, sin juzgar, sólo aceptar y reconocer nuestra emoción-deseo así como la aceptación emocional de posiblidad de que ésta no ocurra. La renuncia enciende la mecha de la manifestación, porque es parte de ella: es el vacío que la sostiene.
¿Eres capaz de conseguir algo? Eres tan capaz como lo seas de renunciar a ello.
A veces, algo ocurre cuando después de luchas sin fin, nos rendimos ¿no te ha pasado nunca? No copies, ni creas lo que digo, ni a mí ni a nadie. ¡Obsérvate a ti mismo!
El deseo sin ego, es decir, no racional ni definido o limitado por éste, proviene de la mente de Dios. Cuando algo nos entusiasma y no tenemos «razones» que lo motiven es una señal de su origen: viene de nuestra parte divina.
El deseo divino es la energía que nos dice que ya es nuestro, aún sin materializar, siempre que sepamos no rechazar su opuesto. Su opuesto está ahí para sostenerlo. En otro lugar, en otro deseo o universo.
Tenemos luz, abundancia y felicidad plena ya, sin esfuerzos, sin hacer nada, de forma natural.
La Tierra, la Madre, provee de todo, hay miles de maravillosos secretos esperando en fuentes naturales que estamos ahora destruyendo en pos de una abundancia y una felicidad artificiales-racionales.
Nos hemos arrebatado el equilibrio natural pleno y feliz de una vida pacífica a fuerza de buscar y/o exigir lo que creemos no tener y necesitar, bien por el miedo a que nos lo quiten bien sea por no tener lo suficiente.
Quien «lucha» por el hambre en el mundo crea más: en el mundo no hay hambre, la estamos creando nosotros con nuestros miedos: Medio mundo derrocha, contamina y manipula para no pasar hambre y el otro medio sufre malnutrición.
Quien lucha contra las guerras está empleando su energía en aquello que rechaza de plano: luchar. Su sombra está consigo.
Cada lucha lleva implícita la derrota. Luchar es lo contrario de fluir. «No hay camino para la paz, la paz es el camino». Gandhi.
El miedo nos atrapa cuando nos identificamos exclusivamente con la forma presente, sin su conexión a nada más. Nos atrapa cuando valoramos sólo la materia-forma, sin su proceso (creación y muerte) es entonces cuando nos viene el miedo al proceso. Proceso que siempre está y estará ahí.
El miedo es identificarse con el paso en el camino, sin su trayecto global y sin ningún sentido. Una rosa es bella, pero lo más bello de una rosa es que no fue nada y será nada, y aún así está ahí para abrirse a nosotros y al mundo, con sus bellos colores y espinas.
La dicha y la felicidad se sienten cuando nos identificamos, por cualquier motivo, más con el fluir, con el confiar en el proceso, con la plenitud del viaje que nos proporciona el camino que con la separación momentanea de él, por muy ideal y bella que ésta haya sido. De ahí la trampa del éxito…. su opuesto-complementario.
El premio por adquirir la confianza en todo el proceso se llama PAZ, aunque algunos también lo llaman sabiduría y es la armonización interna de nuestros Padre-Madre simbólico-arquetípico, al tiempo que una unión de nuestra sombra-luz y de nuestra consciencia e inconsciencia.
Es también eso que «mueve montañas» o las crea… y que Jesús denominó FE.